Antes que psicóloga, soy una persona que, como tú, ha tenido que atravesar momentos difíciles como ansiedad, tristeza profunda, episodios de pánico, alta sensibilidad, rupturas y duelos muy dolorosos, cambios de ciudad frecuentes que me desconectaron de personas importantes entre otras situaciones y momentos de dificultad; con esto he aprendido a gestionar lo que no podía controlar y levantarme aun cuando parecía imposible. Siempre he creído que la verdadera fortaleza nace de permitirnos ser vulnerables, de reconocer que no siempre tenemos todas las respuestas, pero que aún así elegimos avanzar.

Soy una mujer apasionada por servir, por acompañar y por escuchar. La vida me ha enseñado que todos llevamos cicatrices invisibles, y son precisamente esas las que nos hacen más humanos, más empáticos y más capaces de tender la mano a otros. Mi amor por la naturaleza, por las cosas simples, un buen té chai, un momento de calma, una conversación genuina, compartir con las personas que me nutren, estar con mis gatos, salir a caminar por unos minutos, me recuerda cada día que la sanación comienza en lo cotidiano, en esos pequeños actos que nos devuelven la paz.

He estado en lugares de oscuridad emocional, he sentido la ansiedad y he convivido de cerca con la tristeza. Y gracias a esas experiencias, hoy puedo acompañarte desde un lugar real y honesto, sin máscaras, sin juicios, solo con la certeza de que siempre hay un camino hacia la transformación.

Si hoy estás leyendo esto, quiero que sepas que no estás solo. Estoy aquí, no solo como profesional, sino como alguien que cree profundamente en la capacidad de renacer, de reconstruirse y de volver a mirar la vida con esperanza.